jueves, 24 de octubre de 2013

ESTADO DE DECEPCIÓN



No, no me he equivocado, no me refiero al estado de excepción que se recoje en nuestra Constitución. Me refiero a que así, decepcionado, frustrado, indignado, es el estado en el que se encuentra este país todavía llamado España. Desde una punta a otra de la geografía española los sentimientos de todos sus habitantes son, si no iguales, sí muy pero que muy parecidos. Y da igual que hables de personas de tal o cual grupo de edad, de sexo, de nivel económico o sociocultural. Da igual. Hables con quien hables, todos acaban llegando a alguno de los adjetivos antes expresados.

Y tienen razón. 

Tienen razón y motivos para indignarse los pensionistas que ven cómo, después de partirse el lomo trabajando durante treinta y cinco o cuarenta años ─con sus correspondientes cotizaciones─ ahora tienen que escuchar que sus pensiones se ven congeladas, que se ampliará el número de años para el cálculo de la pensión ─lo que ineludiblemente implica una reducción de la misma─ o simplemente que tienen que seguir trabajando un par de años más para poder jubilarse…. mientras los señores Diputados alcanzan la pensión máxima con sólo siete años de trabajo, si es que esa ocupación es un trabajo, claro. Esos mismos pensionistas que, en muchos casos, tienen que volver a recoger en sus casas a sus hijos y nietos que se han quedado sin trabajo y no pueden costearse una vivienda.

 Tienen razón y motivos para frustrarse todos y cada uno de los seis millones de parados españoles que se ven privados de uno de sus derechos fundamentales recogidos en nuestra Constitución. En especial aquéllos que pasaron ya de los cuarenta y cinco que saben que lo tendrán verdaderamente difícil para volver a encontrar un trabajo digno.



Tienen razón y motivos para decepcionarse todos nuestros jóvenes a los que se les conculca otro derecho fundamental recogido en la Constitución: el derecho a una vivienda digna, teniendo que permaneces muchos años, en ocasiones toda la vida, viviendo en casa de sus padres. En especial nuestros jóvenes universitarios, entre los cuales es lógico que cunda el desánimo al saber que están invirtiendo muchos años de sus vidas ─y muchos recursos económicos de sus familias─ en recibir una formación que difícilmente les va a permitir encontrar un puesto en España en el que puedan desempeñar y desarrollar esa vocación profesiónal que han elegido y tendrán que marcharse al extranjero.



Tienen toda la razón del mundo para indignarse todos los ciudadanos de España que ven como su clase política está, en una elevada proporción, metida en ─perdón por la expresión─ la mierda hasta las cejas, con sus dos principales partidos envueltos en cientos de casos de corrupción en los que se manejan cifras que alcanzan muchos de millones de euros. Y no sólo los grandes partidos: cualquier partido regional, autonómico o local está envuelto en este tipo de turbios asuntos. Y también los dos principales sindicatos, lo que, dado que se supone que su única razón de ser es defender a los trabajadores, ya es el colmo. Y hasta a la Jefatura del Estado le salpican las corruptelas.



 Ciudadanos que contemplan, estupefactos, primero cómo un Gobierno de un determinado color no hace nada para evitar la deriva del país hacia la ruina y, posteriormente, como el siguiente Gobierno del color contrario se ve absolutamente incapaz de tomar medidas que hagan rectificar el rumbo sin hacer pagar el pato a contribuyentes, trabajadores, funcionarios y pensionistas. 



Y tienen toda la razón para asquearse todos los ciudadanos, pero en especial los familiares de las víctimas que ven como los asesinos, terroristas, violadores y maltratadores de sus hijas, hijos, padres, primos, sobrinos, apenas pagan por los delitos que han cometido y en unos pocos años pisan nuevamente las calles permitiéndose incluso lanzarles miradas desafiantes cuando no se ríen en su propia cara.
 
Pero no podemos tirar la toalla.

No podemos tirar la toalla porque España y sus ciudadanos han sabido reponerse a lo largo de su dilatada Historia en común ─ésa que unos pocos pretenden cargarse ahora de un plumazo─ a muchos tiranos que sometieron y humillaron al pueblo y esquilmaron sus recursos. Porque este país ha sabido dar lo mejor de sí en múltiples ocasiones para vencer a numerosos enemigos de dentro y fuera de nuestras propias fronteras. Porque cuanto más difícil lo hemos tenido, mayor ha sido el sacrificio de todos los españoles para rebelarse contra la injusticia. Porque este país ha sabido salir del fango muchas veces, pese a que muchos intentaban hundirlo en él nuevamente.

Por eso y también porque nuestros hijos y nuestros jóvenes tengan un futuro mejor que nuestro presente, esta vez también lo vamos a conseguir.

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