miércoles, 16 de octubre de 2013

EL BOLLITO ("Ricos y pobres en la reconversión de bancos y cajas de ahorro")



      “Hijo, cuando seas mayor, colócate en un banco o en una caja de ahorros que, mientras seas una persona honrada nunca te va a faltar el trabajo…”.

      No sé si alguno de vosotros escucharía en tiempos esta frase o alguna parecida. Os aseguro que yo sí. Parece que todavía se la estoy escuchando al padre de un gran amigo ─y mejor persona─, además de compañero de carrera. Carrera que, con el paso del tiempo, nos llevaría a ambos precisamente a trabajar para diferentes entidades financieras de nuestro país.

     Bueno, el tiempo pasó, los estudiantes se hicieron hombres  y el viento ─o mejor, la crisis─ se llevó por delante aquella famosa frase ¿verdad?

    Pues esta tremenda revolución ─no cabe llamarla de otra forma─ que está sufriendo nuestro Sistema Financiero ha afectado a muchas personas, me atrevería decir que a casi todo el país, pero sus efectos no han sido distribuidos por igual. Porque en esta crisis de Bancos y Cajas de Ahorro, ha habido ─y sigue habiendo─ ricos y pobres, los segundos, como suele suceder, muchísimo más numerosos que los primeros.

     En primer lugar cabe decir que el gran damnificado de esta crisis es, como casi siempre, el contribuyente. Contribuyente que, con sus impuestos está pagando el saneamiento de todo el Sistema Financiero nacional, se supone que para facilitar que el crédito fluya de las entidades a las pymes ─que no olvidemos que son las grandes creadoras de empleo─, hecho que no está ocurriendo en absoluto. Las entidades han saneado su balance y ahora… que llueva; no van a estropear otra vez los balances dando créditos a empresas, ¡faltaría más!

     No obstante los contribuyentes, al fin y al cabo, aunque lo han notado en la presión fiscal, no han sido perjudicados “directos” de esta crisis de las entidades. Eso sí, bastantes ahorradores ─todos aquellos que invirtieron en deuda subordinada y/o en acciones de las nuevas entidades─ han tenido o están teniendo muchísimas dificultades para recuperar esas inversiones que les aseguraron que eran buenísimas. Algunos, como los accionistas de Bankia, ven como lo que ahora tienen no vale ni la vigésima parte de lo invertido.

    Pero hay una serie de damnificados inmediatos ─yo me atrevería a calificar de verdaderas víctimas─ de este salvaje proceso de fusión y reconversión de bancos y cajas en el que, sólo en éstas últimas se ha pasado de casi cincuenta entidades a poco más de una decena. Porque cuando hay fusiones de empresas grandes al final siempre pasa lo mismo… ¿quiénes son los que sobran? ¿quiénes salen perdiendo? ¿quiénes se quedan sin trabajo? Correcto. Los trabajadores.





     De entrada muchos trabajadores por decirlo lisa y llanamente, han perdido su puesto de trabajo. En unos casos con una mayor indemnización y con salidas pactadas, en otros con menores importes y en otros con lo que estrictamente marca la legislación laboral ─cada vez más proclive a la empresa, dicho sea de paso─, pero son muchos miles de empleados de bancos y cajas los que ahora mismo están sin trabajo. Con el agravante de que muchos de ellos han pasado ya la barrera de los 40 años y lo tendrán ─lo están teniendo─ muy difícil para volver a encontrar un puesto de trabajo digno.

    Otro colectivo enormemente maltratado y cuyo trato recibido, personalmente, despierta mi indignación casi en igual o mayor medida que los despedidos es el de aquéllos trabajadores que han sufrido movilidad en su puesto de trabajo. Muchos de ellos, sin importar en muchos casos ni las condiciones familiares ni personales, han tenido que mudarse a más de mil kilómetros de distancia. Especialmente sangrante es el caso de trabajadores de mi antigua empresa, Cajasol, que han sido destinados a Cataluña en un entorno sociocultural radicalmente opuesto al suyo, máxime en las actuales circunstancias políticas por las que pasa dicha Comunidad Autónoma. Trabajadores, además, que no son, ni mucho menos, Jefes de Departamento ni Mandos ─los cuales, como suele decirse, llevan implícita la movilidad en el sueldo─, sino simples y llanos empleados de sucursal, cajeros, personal de atención al público y similares. Imagino el auténtico drama por el que habrán pasado muchas familias que, cual emigrantes de los años 60, han tenido que recoger bártulos y marcharse a una tierra en la que ya ni el idioma es el mismo que en el resto del país…

     

     En este punto no me resisto a hacer un pequeño paréntesis para recomendaros encarecidamente la lectura del magnífico blog cuyo enlace inserto a continuación:   http://cartasdesdepolonia.wordpress.com/ En él, uno de esos anónimos trabajadores desplazados, plasma con magníficos relatos cargados de realismo, e incluso con abundantes dosis de buen humor, las circunstancias en las que se están viendo envueltos en su “nueva vida” en Cataluña. Pero en el fondo, siempre con el regusto amargo de esa emigración forzosa para poder afrontar esa pequeña tragedia a la que se han visto abocados. 



     También el colectivo de trabajadores que han podido seguir trabajando en su ciudad habitual o que ha sufrido desplazamientos menores, está sufriendo tremendamente en el desempeño de su trabajo las consecuencias de estas fusiones o absorciones: por un lado siempre con la espada de Damocles del traslado más lejano; por otro el tener que aguantar en muchas ocasiones el ser considerados como casi auténticos apestados por los nuevos “compañeros” de la entidad absorbente a los que, con total probabilidad les habrán trasladado una sesgada imagen de los trabajadores de la entidad absorbida cargada de ineficiencia y de ineptitud. No son raros los casos en los que se detectan actitudes de “perdonavidas” o de mirar por encima del hombro por parte de bastantes ─no de todos, afortunadamente─ de los empleados de la entidad dominante.

    ¿A qué ha conducido todo esto? Pues a una tremenda presión por el logro de objetivos que, en la práctica se ha traducido en prolongaciones interminables de jornadas ─me consta que en ocasiones hasta sábados y domingos─ y situaciones de estrés provocadas por esa táctica de venta intensiva difícilmente asumibles en circunstancias normales. Antiguos compañeros, amigos míos que trabajan en mi exentidad han llegado a llamarme para casi pedirme como un favor personal el contratar tal o cual producto porque llevaban la campaña casi a cero… Sobran las  palabras.

    Hay otro colectivo que, aunque para muchos es considerado como de auténticos privilegiados, para mí no lo es. Me refiero a los trabajadores que han pasado a la situación de prejubilados. Aunque la casuística es muy variada, la prejubilación en ocasiones ha sido a costa de renunciar a un buen porcentaje del sueldo que percibían estas personas, lo cual en determinadas circunstancias ─hijos jóvenes en edad de cursar estudios todavía, viviendas pendientes de pago─ conlleva no pocos problemas para llegar a fin de mes. Además de ello, aunque desde fuera todo se ve muy bonito, es sabido que muchas personas no están mentalmente preparadas para cesar su actividad laboral bastantes años antes de lo previsto. Bien es cierto que quizás este colectivo no podríamos incluirlo entre los mayores perjudicados del proceso de reconversión de bancos y cajas, pero yo los veo simplemente como personas que han recogido el fruto de muchos años de trabajo y cuya nueva situación se han ganado a pulso. En mi opinión este colectivo estaría muy próximo a la “neutralidad” aunque cada caso habría que estudiarlo con detalle y ya digo que incluso hay casos en los que los perjuicios son claros y constatables.

        

       Y finalmente llegamos a ellos. A los ricos. A los que incluso podríamos decir que han pegado el pelotazo. ¿Quiénes son? Ya os lo imagináis ¿no? Los máximos dirigentes, los presidentes y altos directivos de las entidades absorbidas. Personas muy allegadas a los diferentes poderes políticos del país. Personas ─no sé si soy excesivamente benevolente otorgándoles tal condición─ que, pese a haber defenestrado entidades en ocasiones centenarias, ahí siguen: bien en los Consejos de Administración de las nuevas entidades, bien en los Consejos de empresas filiales, bien presidiendo las Fundaciones herederas de las antiguas Obras Sociales de las Cajas… Eso sí, todos con sueldos de seis cifras (en las que la primera siempre es mayor de tres o cuatro), con sus amiguetes enchufados como asesores o asistentes suyos y sin el menor problema. Bueno, alguna imputación judicial, pero poca cosa, sin muchos visos de que ninguno de ellos vaya a pasar ni un solo día a la sombra.

      Y ahí están: venga a salir en las fotos; que si presidiendo tal acto benéfico, que si inaugurando una exposición, que si recibiendo a tal o cual invitado , que si acogiendo a un foro de empresarios japoneses, que si entregando un valioso cuadro tras una restauración... Siempre en las fotos, abrazando a todo el que se ponga delante, sonrientes y exultantes ─en mis tiempos a éstos se les llamaba “abrazafarolas”─; ¿Que se pronuncia el pregón de la Cabalgata de Reyes Magos? Allí están ellos. ¿Que se recibe a un Premio Nobel en la ciudad? Allí están ellos. ¿Que hay un homenaje a un prestigioso profesor? Allí están ellos. ¿Que hay un Congreso de Neurocirujanos? Allí están. ¿Que son las jornadas Gastronómicas del marisco y de las ostras? Hombre… entonces ya ni te cuento… Ellos y nadie más que ellos son los ricos, riquísimos, superricos de esta historia.

 

        Me han contado ya en varias ocasiones que uno de estos personajes tiene una curiosa costumbre, propia de verdaderos nuevos ricos, cosa que definitivamente es, pues su ocupación anterior a entrar en la entidad era de relativo poco calado aunque conseguida obviamente por su afinidad a determinado partido político. Parece ser que desde que fue nombrado máximo responsable de una, hasta entonces, prestigiosa entidad financiera, todos los días, repito, todos los días hay un taxi encargado de ir a una determinada panadería de la ciudad, a comprar un bollito que es el que a este señor le gusta (yo aseguraría, conociendo la generosa anatomía de este individuo que por lo menos serán dos los bollitos, o tres…). ¿Es o no es una costumbre de nuevo rico? Para que luego me llamen mentiroso…


      Lo que no sé es si, caso de ser cierta esta historieta, que dados los variados testimonios parece ser que sí, el taxi lo pagará el interfecto de su bolsillo o es la entidad financiera la que se hace cargo del coste del taxi… y del bollito. Yo tengo mi opinión formada al respecto. Y me la jugaría 10 a 1 a que es la verdadera… Se admiten apuestas.

(Dedicado a todos mis excompañeros de Cajasol y, en especial, a aquéllos destinados tan lejos de nuestra querida tierra)

2 comentarios:

  1. Completo análisis de la situación, Javier. Bastante centrado y huyendo de crispación. Y en muchos aspectos, bastante acertado y muy cercano al barro de nuestra realidad. En lo personal, agradecerte enormemente tu mención a mi blog http://cartasdesdepolonia.wordpress.com, y sobre todo que hayas dedicado unos minutos a su lectura. Por encima de todo, sólo pretendo que divierta, aunque en ocasiones de divertido tiene poco.Gracias y sigue así. CADEPO.

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    1. Muchas gracias a tí por tus palabras. Simplemente he intentado ponerme en la piel de todos y cada uno de vosotros, y digo intentado porque es la típica circunstancia que, como se suele decir, "hay que vivirla" para llegar a saber lo que se siente.
      Porque además igual ya pronto es a mí al que le toca hacer las maletas...

      Seguimos en contacto. Saludos.

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